De todos los nombres de Jesús, éste es el que más resuena en mi corazón en esta Navidad: Príncipe de la Paz.
¿Qué nos quiere decir el “Rey que nos ha nacido, el niño que nos ha sido dado” con respecto a la paz?
En un corazón que está inquieto por las demandas de las relaciones modernas, del bombardeo del marketing, de los conflictos familiares, laborales, sociales, la imprevisibilidad del futuro y la inestabilidad mundial: qué nos dice el Príncipe de la Paz.
Contemplemos silenciosos el pesebre y dejemos que hable a nuestro corazón.
En esa quietud que nos aleja del vértigo permitamos que nos asombre su venida, cómo lo hizo con sus Padres, los pastores y los magos de oriente.
¿Qué conceptos de paz desafía ese príncipe?
Aun cuando me gustan los escolásticos y me fascina la precisión aritmética de sus definiciones debemos aceptar que el primer concepto que se hace trizas es el “tranquilidad en el orden”. Muy tranquilo que digamos la inminencia del parto y el nacimiento no deben haber sido y en cuanto a lo segundo ¿ordenado un pesebre? Mucha imaginación hay que tener. Por tanto, podemos decir que la Paz también puede darse en un entorno caótico y lleno de urgencias.
El otro concepto que se destruye es el de la Paz como “triunfo”. Ahí está el niño obligado por las circunstancias a nacer en tránsito, en un ambiente no preparado, en condiciones que se alejan de las ideales, junto a una madre primeriza que no tiene más que a su esposo para que la ayude. Ella que fue visitada en su casa, que fue a acompañar a su prima Isabel. Él, un carpintero afincado en Nazaret. Y aparece Augusto y se le ocurre hacer un censo ¿Triunfo? La Paz parece nacer en medio de una batalla y no estamos seguros de que la haya ganado.
Otro concepto que naufraga es el de la Paz como fruto de la plenitud. Lucharé hasta saciarme y luego rodeado de los merecidos placeres del guerrero, entonces descansaré rodeado de paz. Mirá el pesebre: el Niño, la Madre, el Padre, los animales y nada más. ¿Dónde está la plenitud? ¿Dónde el sosiego? ¿Dónde los placeres? ¿Dónde el descanso?
Se hace también trizas la paz como meta, pues el Niño recién está naciendo es mucho más futuro que pasado, promesa que realización, propuesta que logró. La paz como circunstancia, porque todo el contexto está improvisado: no tienen lugar, no son bien recibidos, no hay albergue, apenas un recinto de animales, Dios no sólo se ha encarnado en un humano, sino que nace en condiciones despreciables. Hemos rodeado la Navidad de romanticismo pero lo cierto es que cuando analizas las circunstancias con realismo, son casi catastróficas.
¿Qué queda entonces de la Paz? ¿Qué Paz nos trae este Príncipe? ¿Príncipe de qué paz viene a ser?
Hay tres aspectos de la Paz de Niño Dios.
Uno, la Paz como revelación.
El Dios terrible, distante, todopoderoso, creador de las enormes perturbaciones del universo, Señor de la naturaleza, el fuego, el agua y el viento. Trueno, Tormenta y Rayo. Columna de Fuego. Señor de los ejércitos.
Es un niño.
Un Rey nos ha nacido, un Niño nos ha sido dado.
Dios es un Niño en nuestras manos. Su poder es el poder de transformarnos. Su paz es el poder de pacificarnos.
El Niño que crece es el Dios que crece en nosotros.
Su paz nos hace pacíficos.
No es el temor, ni el éxito, ni los logros, ni la conquista, ni la justicia, lo que crea paz.
Es el amor de Dios que confía tanto en nosotros que se nos entrega como Niño en Belén, como reo en el Gólgota y como pan en cada misa.
En segundo lugar, la Paz como compromiso.
Ese Niño pide ser cuidado.
Ese Niño nos pide a cada uno de nosotros que le cuidemos.
El cuidado que pongamos en Él es el que brindamos al más pequeño de los hermanos.
No es la orden del político el que pone la paz, es el descubrimiento del otro como hermano lo que guarda la espada, desarma el fusil o aleja el dedo del botón de lanzamiento.
El más pequeño.
El más vulnerable.
El más alejado.
El Niño en el pesebre, no importa su raza, su sexo, su nacionalidad, su religión o su procedencia.
El día que descubrimos que es nuestro niño, nuestro hermano, nuestro hijo, ese día nace la paz.
Por último, la Paz como testimonio.
“En la medida que lo hiciste con el más pequeño de mis hermanos lo hiciste conmigo”
Desnudo.
Sólo.
Hambriento.
Sediento.
Encarcelado.
Enfermo
¿Cuándo Señor te vimos así?
Cada vez que miraste en el pesebre.
Un abrazo a la majada.
Ernesto