(Consejos para un debate ciudadano sobre el aborto y la eutanasia)

  

            En los márgenes de la vida: al comienzo, al final, en la minusvalía, en el padecimiento incontrolado y en la inconsciencia permanente (estado vegetativo persistente) surgen los dilemas y conflictos bioéticos relacionados con el aborto y la eutanasia.

En la discusión de estos tópicos frecuentemente se arguye contraponiendo falsamente la razón y la religión.

Digo falsamente en primer lugar porque no se excluyen mutuamente y en segundo lugar porque muchas veces los agnósticos y los ateos profesan una adhesión a los mandatos de sus ideologías y partidos políticos mucho más firme y dogmático que la que profesan muchos creyentes a los mandatos de sus líderes religiosos. De tal manera que mi primer consejo es no caigan en la trampa de considerar adecuada la descalificación de sus personas por ser creyentes, eso simplemente es una discriminación inaceptable en una discusión democrática, mucho menos la auto descalificación que muchas veces se observa en los debates: “no lo digo por ser creyente” o “independientemente de lo que indica mi religión”, el testimonio fundamentado es uno de los requisitos del debate. La condición de religioso no va en contra de la razón, sino que la completa y le da un sentido de trascendencia.

 

            ¿Cuáles son los fundamentos por el que la defensa de la vida debe ser un límite infranqueable?

 

I.                    ARGUMENTOS BASADOS EN LA RAZON

 

La dignidad de la persona humana. Dignidad reconocida universalmente como un derecho humano.

Por eso abordaremos este tópico desde cuatro cuestiones:

a)      la condición de la persona humana,

b)      el límite de la autonomía,

c)      el cuidado del sufriente

d)      el médico como verdugo.

 

a.      Primera cuestión

                  ¿La condición de persona humana es adquirida o esencial?

 

Los fundamentos de quienes sostenemos que es esencial, y por tanto inherente a la condición humana, lo hacemos porque entendemos que, en un proceso holístico y continuo, toda segmentación temporal o compartimental es arbitraria, de tal manera que nada ES que no haya SIDO y nada ES en un ámbito que SEA o DEJE DE SER en otro. La única condición necesaria PARA SER PERSONA HUMANA es SER HUMANO y nada de lo humano puede ser tratado como si no lo fuera. Esto último en medicina es tan crucial que, por ejemplo: la declaración del Helsinki sobre “Principios éticos para la investigación con seres humanos” sostiene que esa norma es aplicable en su totalidad tanto cuando se e investiga con personas humana como con tejidos humanos o datos humanos, así lo afirma taxativamente en su artículo 1:

“La Asociación Médica Mundial (AMM) ha promulgado la Declaración de Helsinki como una propuesta de principios éticos para investigación médica en seres humanos, incluida la investigación del material humano y de información identificables.

La Declaración debe ser considerada como un todo y un párrafo debe ser aplicado con consideración de todos los otros párrafos pertinentes.”

 

No hace falta remarcar que no todos los miembros de la Asociación Médica Mundial son creyentes, mucho menos católicos.

Quienes sostienen en cambio que la condición de persona es adquirida, asimilan esta condición a la capacidad de expresión o  autonomía del ser y establecen como “expresión” a la capacidad de percibir estas condiciones por parte de un observador independiente, de tal manera que si no se puede detectar estas condiciones es lo mismo que inexistente: de allí que para los cultores de esta posición la condición de persona humana fundada en la expresión se puede adquirir o perder de acuerdo a la capacidad de terceros de percibirla. Con respecto a la condición de autonomía esta puede ser una condición que se adquiere por nacimiento, sexo, capacidad mental o física, edad o grado de libertad. Todas condiciones arbitrarias factibles de mutar a lo largo del tiempo.

            De tal manera que estas dos tesis sobre la persona humana están en disputa a lo largo de varios milenios. El progreso de la historia humana esté en dirección a que la condición humana sea esencial y por eso hoy nos resulta escandaloso el trato indigno a cualquier persona humana: la esclavitud o cualquier forma de explotación humana; el apartheid o cualquier forma de discriminación racial; la homofobia  o cualquier forma de discriminación sexual; el nazismo o cualquier forma discriminación religiosa; el abandono de los niños o ancianos o cualquier discriminación etaria; el comercio de órganos o cualquier forma de compra venta de seres humanos o sus tejidos.

¿Por qué estas prácticas generan repudio universal? Porque consideramos que toda persona humana es igual en su dignidad y debe ser respetada.

Cuáles son los límites en los que este principio aún debe batallar: el ser humano en gestación, el ser humano incapaz y el ser humano muriente: tres condiciones en las cuales nuestra insensibilidad para percibir la persona nos lleva a determinar su inexistencia.

Debemos comprender que la despersonalización es la primera etapa de la deshumanización que conduce a la inhumanización. La esencia de la violencia social empieza en quitarle al otro su condición de persona, una vez que esto se ha hecho el final a corto plazo, por acción u omisión, será su muerte. Indefectiblemente a la desaparición de la representación mental del otro como persona sigue su desaparición física. Al ser cosificado, el otro, se transforma de un límite para nuestros actos en un estorbo para nuestros planes.

El trabajo a desarrollar en este campo tiene dos vertientes: el primero es científico, buscar desarrollar instrumentos que permitan percibir las señales sutiles que muestran actividades autónomas de las personas: así la detección de señales eléctricas, acústicas, metabólicas o imagenológicas, solas o combinadas nos permiten iluminar las penumbras de la persona humana, hoy sabemos que la vida humana comienza en la concepción gracias a este progreso de la ciencia, así aquello que los filósofos y teólogos concebían por la razón fue corroborado por la experiencia. El segundo trabajo es social, consiste en la sensibilización moral: los médicos tenemos una historia negra de la experimentación humana que se basa en la explotación con fines científicos de todos aquellos que fueron considerados subhumanos por alguna condición.

Esto debería obligarnos a comprender que el límite debe ser infranqueable si no queremos repetir la historia.

 

b.      Segunda cuestión

¿La autonomía de la persona humana debe ser absoluta o puede ser limitada?

 

Esta pregunta es una consecuencia de la evolución de la sociedad hacia democracias pluriculturales y moralmente diversas.

Los seres humanos somos seres esencialmente sociales y por ello podríamos responder a esta pregunta con tres límites: la ley, la ética y la razón.

La ley establece el mínimo de moral conciudadana, no debo obligar a nadie a hacer lo que la ley no manda ni permitir que alguien haga lo que la ley prohíbe. Este imperio de la ley que fundamenta la igualdad de los ciudadanos, es el primer límite a la autonomía. El estado de derecho no es sólo un estado en el que los ciudadanos tienen derechos y obligaciones, sino aquel dónde todo el estado y todos los ciudadanos están bajo el imperio de la misma ley.

La ética hecha luz allí dónde la ley no se expidió. Si fundamentamos la ética en los principios es claro que hay un principio rector para toda persona humana: el principio de no maleficencia: una persona no debe causarle el mal a otra persona. Si fundamentamos la ética en las virtudes, toda virtud tiene la finalidad de acrecentar el bien personal y comunitario. Ciertamente no debemos matar, pero mejor aún si protegemos y acrecentamos toda vida. Está bien no mentir, pero mejor si acrecentamos el valor de la verdad y la honestidad en las relaciones humanas. Entre el mínimo y el máximo transcurre la vida humana.

La razón hecha luz en las condiciones de incertidumbre. Aquí la pregunta de fondo es: ¿Cuál es el límite de la conciencia errónea? Si cualquiera de nosotros estuviera equivocado hasta dónde estaríamos legitimados a actuar: hasta tomar la vida de otro. La vida del otro debe ser intocable. Esta es la única defensa frente al fanatismo. Todos tenemos derecho a pensar libremente y a creer libremente, pero no tenemos derecho a matar ni por nuestras ideas ni por nuestras creencias.

Así los tres límites: la ley para los casos ordinarios, la ética para los casos extraordinarios y la razón frente al fanatismo, son los tres límites en dónde la inviolabilidad de la vida del otro fundamenta la convivencia democrática en las sociedades modernas. La incoherencia más grave es que en esas mismas sociedades la vida humana más desguarnecida es la vida en gestación, allí donde más indefensa está, dónde más vulnerable e inocente es, allí está desprotegida.

El esfuerzo en este punto es mostrar como la dignidad de la persona humana no radica sólo en el ejercicio del derecho y en la expresión de la autonomía, sino sobre todo en el ejercicio de los deberes y en la expresión de la beneficencia.

            Si queremos construir una sociedad justa el respeto por la vida humana debe ser infranqueable.

 

c.    Tercera cuestión

¿El cuidado del sufriente justifica matarlo?

 

            El envejecimiento, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte constituyen la tetralogía de nuestra vulnerabilidad existencial y son la fuente de los padecimientos contra los que lidia la medicina desde hace miles de años.

            Para los médicos la pregunta sobre si la muerte podía ser una manera lícita de aliviar el sufrimiento no es nueva. La pregunta por la eutanasia es al menos tan antigua como la del aborto. A diferencia del aborto en que invariablemente la medicina se opuso la respuesta frente a la eutanasia ha sido polimorfa.

Dos han sido los fundamentos más usados de quienes consideran lícito matar: la piedad y el utilitarismo. Dos han sido los argumentos más utilizados de quienes se oponen a matar: la piedad y el humanismo.

a)      ¿Por qué matar por piedad?

Quienes así piensan consideran que el tiempo del sufrimiento debe ser lo más corto posible y si para acortarlo, aún como último recurso es necesario matar, entonces está bien. Esta manera de pensar se opone a todos los que pensamos que el esfuerzo de aliviar el sufrimiento debe ser prioritario, pero respetando la vida de la persona.

b)     ¿Por qué no matar por piedad?

Porque respetar ese límite nos lleva a buscar mejores maneras de aliviar, mejores cuidados, mejores medicamentos, mejores condiciones, mayor compromiso, así surgieron los cuidados paliativos, que son la respuesta médica al problema de la eutanasia.

Hoy tenemos una gran cantidad de información que nos permite aliviar sin matar, permitir que la persona viva con la mayor libertad y dignidad posible hasta los últimos momentos de su vida, pero si fuera imposible vivir sin sufrir y sus padecimientos se hicieran insoportables, hoy disponemos de los medios para sedar, para quitar la conciencia sin matar y permitir que la persona agonice con el menor padecimiento posible. Lo que se ha descubierto detrás de la solicitud de eutanasia de muchos enfermos es que en realidad lo que piden es un cuidado más humano.

c)      ¿Por qué matar a los inútiles?

Quienes así piensan valoran la vida humana por lo que produce. El rol de la medicina es cuidar a la persona en cuanto medio de producción de bienes, cuando deja de ser eficiente hay que descartarla y reemplazarla, asignar recursos a cuidar la vida de quienes no son útiles es un derroche, por lo tanto, una manera de ahorrar es dejándolos morir o matándolos.

d)     ¿Por qué no matar a los inútiles?

Quienes nos oponemos a esto, fundamentamos nuestra posición en dos conceptos:

a)      La persona humana no es un medio es un fin. Las leyes del mercado, si sirven para algo, sirven sólo para mercaderías. La vida humana no es una mercadería y aplicarle guarismo de cosas es disminuir su dignidad. El valor de una vida humana es intrínseco e independiente de los bienes que produzca o disfrute y trasciende el concepto de utilidad. Por eso toda vida humana vale lo mismo, no es distinto el valor de un rico que el de un pobre, el de un inteligente que el de un minusválido, el de un sano que el de un enfermo. Los recursos deben asignarse con justicia dando más a los que más lo necesitan.

b)      El cuidado de las personas más vulnerables y necesitadas, nos humaniza. Cuando asistimos a alguien que puede retribuirnos, con eso ya estamos bien pagados. Es cuando asistimos a quien no puede retribuirnos cuando nos entregan el mayor tesoro: nuestra humanización. Todo el proceso de hacernos humanos consiste en comprender y valorar el cuidado del otro. De esa manera la persona justa pasa a ser una persona buena, el altruismo, la solidaridad y la capacidad de sacrificar sus apetitos personales en beneficio de las necesidades del otro, constituyen uno de los rasgos más destacables de humanidad.

 

d. Cuarta cuestión

¿Por qué los médicos debemos oponernos?

 

Porque somos los efectores últimos. Somos la última defensa, sin nosotros y nuestra participación estas ingenierías sociales que buscan eliminar personas no se pueden implementar, por lo tanto, quienes abjuran de la defensa de la vida se transforman en cómplices de la maquinaria burocrática de muerte.

De esa manera se banaliza el juramento transformándolo en una fórmula vacía.

El médico es o debe ser el abogado de la vida en la sociedad civil. Todo lo que atente contra la vida humana, contra su desarrollo o contra su dignidad debe encontrar en el médico una férrea oposición.

Así la salud pública surgió en contra de la explotación laboral inhumana de la revolución industrial, poniendo en evidencia las altas tasas de tuberculosis en los hacinamientos de los trabajadores. Se denunció la aparición de tumores en los niños deshollinadores y se prohibió el trabajo de infantes limpiando chimeneas. Se enfrentó a los políticos y se propició el saneamiento de barrios carenciados y faltos de cloacas y fuentes seguras de aguas. Se puso límite a la persecución de los enemigos de la república en los hospitales de París durante la revolución francesa. Se atendió a los heridos de cualquier bando en las guerras. Se expuso la vida de muchos en las zonas de peste. Los médicos podremos tener entre nuestras filas a algunos de los peores hombres de la humanidad, pero también y con mucho orgullo tenemos a muchos de los mejores, y ciertamente éstos últimos pesan mucho más que aquellos.

Honrar la memoria de los que nos precedieron es dar cabida cuenta de nuestro juramento. La objeción de conciencia es el derecho que poseemos en no utilizar nuestro arte en lo que consideramos es dañino para una persona. Podemos y sabemos matar por ello debemos oponernos a que se utilice nuestro conocimiento minando la confianza que el paciente y la sociedad han depositado en nuestras manos como custodios de la vida. Si no lo hacemos nosotros ¿quién lo hará en nuestro lugar?

Si la sociedad quiere verdugos que no use a sus médicos y si los médicos quieren matar que no se disfracen con delantal blanco, pues serán simplemente homicidas titulados, pero homicidas al fin.

 

 

II.                  ARGUMENTOS BASADOS EN LA RELIGION

 

También abordaremos este tópico en base a cuatro cuestiones:

 

a)      El hombre como imagen de Dios

b)      El hombre como creatura de Dios

c)      El hombre como hijo de Dios

d)      El concepto de pecado

 

e)      El hombre como imagen de Dios.

 

La persona humana es reflejo de la persona divina, de tal manera que su capacidad intelectiva y volitiva, son los primeros rasgos de su condición especial

El ser humano está dotado de inteligencia racional y voluntad libre, ambas son limitadas y ambas se desarrollan a lo largo de la vida, siendo en ambos casos procesos que se actualizan a lo largo del tiempo. Esto permite que sea el único ser capaz de conocer la realidad y actuar guiado por sus emociones o sentimientos al igual que congéneres animales, pero agrega la razón y los valores como criterio de conducta.

Es una manifestación clara de la comprensión progresiva de la revelación que todas las religiones tiendan a considerar cada vez con mayor humildad su propio conocimiento frente al misterio de Dios y a comprender más la misión de cada una en la construcción de la paz.

Es un logro, poco apreciado, del siglo XX que las religiones hayan encarado un diálogo interreligioso mucho antes que los políticos y no es un dato menor que los ateísmos totalitarios hayan matado más seres humanos que todas las guerras religiosas juntas. Si agregamos a esos muertos las personas desaparecidas por haber sido abortadas, me parece que los guarismos relativos entre muertos por conflictos religiosos versus muertos por desprecio utilitarista y materialista de la vida humana representan una fracción notablemente menor.

Es cierto que falta universalizar un paso muy importante que está dando nuestro Pastor y es considerar toda guerra religiosa, cualquier guerra religiosa como injusta y contraria a la Fe. El día que eso suceda quedará claro que la religión es la gran fuerza pacificadora de la humanidad.

Es notable el rol que los pastores religiosos han tenido en la lucha contra la discriminación y los totalitarismos. La comprensión fundamental de que el hombre es sacramento de Dios, que no importa cuán desdibujada está la imagen de Dios nunca desaparece, ha llevado a que mientras se proclama lo que se considera bueno, bello y justo como ideal de la conducta humana se haga hincapié en el respeto y la integración: que las diferencias no nos lleven a olvidar la projimidad.

Esta projimidad debe incluir también al no nacido como miembro de la comunidad humana y al muriente como sujeto digno de respeto y amor hasta su partida natural, por lo menos con la misma fuerza en que se ha extendido la conciencia de nuestra responsabilidad a los demás seres creados.

 

f)       El hombre como creatura de Dios

 

La ECOnomía (administración de los bienes de la Oikos=casa) sustentada en la ECOlogía (Cuidado de la casa común) es un signo de nuestro tiempo, tal como magistralmente lo enseña la Laudato SI.

Esto se fundamenta en dos razones esenciales:

 

a)      La primera es que el hombre tiene un lugar especial en la creación. Distinguido entre las demás creaturas es capaza de conocerlas y utilizarlas para su beneficio. Aunque esto muchas veces ha sido utilizado con el objeto de explotar la naturaleza es claro que el concepto original era el de custodio: usar sin abusar, consumir lo necesario, deudor de los bienes. Esto ha sido muchas veces respetado con mayor fidelidad por las religiones ancestrales que veían en la creación la obra del creador y en la provisión de la naturaleza la generosidad del creador.

 

b)      La segunda es de estricta justicia. Las actividades productivas y el consumismo irresponsable son la fuerza destructora más potente que ha enfrentado nuestro planeta.

Durante mucho tiempo el lugar privilegiado del hombre frente a las otras creaturas ha conducido a la explotación de los recursos naturales de una manera excesiva y desaprensiva, esto nos ha puesto en situación de grave colapso y por lo tanto la utilización responsable y sustentable de los recursos obliga a poner lo mejor de nosotros mismos en el cuidado de la casa común.

Es nuestro deber paliar el daño que hemos producido.

Para algunos esto significa apostar a la regulación de la natalidad de un modo artificial, incluyendo el aborto, como limitante del crecimiento de la especie. Para nosotros, en cambio, esto supone la educación en el respeto de la vida, en la utilización responsable de los recursos y en la solidaridad en la distribución de los bienes. Asumir que el problema es exclusivamente el número de habitantes y que la solución es matar a los recién llegados, es olvidar el poder de la creatividad y la solidaridad humana. El problema del consumismo no es solamente un problema causado por el número de comensales sino en la abundancia que unos poseen mientras otros sobreviven en las peores carencias.

Lo más interesante es que para los primeros el mundo se divide geográficamente: Norte desarrollado vs Sur carenciado; mientras que para los segundos el mundo está al alcance de su mano, pocos carenciados viven tan mal como los marginados de las grandes urbes opulentas, donde conviven casi lado a lado el rico Epulón y el pobre Lázaro.

 

 g)      El hombre como hijo de Dios

 

La condición del hombre alcanza su plenitud cuando se le revela su filiación divina no hay mayor dignidad. El corazón y la conciencia del hombre puede sentir y puede comprender las razones de la misericordia de Dios, siendo un misterio insondable se hace carne y se revela en la intimidad del ser. La vida del hombre se transforma en oración y bienaventuranza.

Se transforma en oración porque cada gesto continúa el acto creador, redentor o purificador de Dios. El trabajo humano, el cuidado de la familia, la asistencia al menesteroso y al necesitado, cada uno de esos gestos es un gesto inspirado por Dios en el corazón del creyente, EL quien moviliza al encuentro, EL quien facilita el encuentro, EL quien se hace presente en el encuentro.

Ya no serán los holocaustos sino el servicio al prójimo el camino preferido de las oraciones a Dios. Será el cuidado de la viuda y el huérfano lo que manifieste la gloria de Dios y será la reconciliación entre los creyentes la evidencia de la vitalidad de Dios.

El ejercicio de la caridad muestra al hombre como bienaventuranza de Dios: pan para el hambriento, agua para el sediento, vestido para el desnudo, cobijo para el desamparado, visita para al encarcelado por sus crímenes o su enfermedad, consuelo para el sufriente, justicia para el necesitado y templanza en la persecución, esos serán los signos de los discípulos del Mesías.

Oración y Caridad.

Lo demás sobra o no es necesario.

 

h)     Por último, el concepto de pecado.

 

Para quienes no tienen Fe, pecar sólo reviste el aspecto de transgresión, pero para lo que tenemos Fe, es mucho más profundo: el alejamiento de la fuente de razón, sentido, luz, paz y felicidad en la vida.

Para el creyente Dios es la razón de la existencia, el fundamento y sustento de lo creado, de las leyes, de las oportunidades que tenemos a lo largo de nuestra vida. Es también quien dota de sentido al padecimiento, a las limitaciones y desventuras que nos acontecen. Es una presencia misteriosa que nos lleva a conocernos y aceptarnos como seres imperfectos pero perfectibles por su gracia. Es también fuente de luz interior que nos permite ver en los recovecos de nuestro ser, que nos conoce más íntimamente que nadie, incluso más que nosotros mismos. Es por ello mismo fuente de paz en medio del caos, del ruido, de la vorágine de la vida cotidiana. Y finalmente es fuente de felicidad. En El encontramos la alegría que nos permite sobrevivir al infortunio y disfrutar serenamente de los éxitos.

Por eso mismo el concepto de pecado es incomprensible para el que no cree, pues para él todo lo que no está prohibido por ley es materia de preferencia o gusto; para el creyente en cambio, independientemente de lo que dicten las leyes de los hombres, la conciencia de obrar contra los designios de Dios es asfixiante, es mortal.

Como contrapartida LA GRACIA es un estado por el que vale la pena entregar la vida. Esto lo han demostrado muchos de nuestros contemporáneos, de allí que en el siglo XX y lo que va del XXI haya mayor cantidad de mártires que en todos los siglos anteriores.

 

            He querido separar los argumentos en basados en la razón y en la religión para que a la hora de fundamentar nuestra postura quien nos escucha pueda comprender la diferencia, no porque en el fuero íntimo cada uno separe los argumentos para sí, pues todos son igualmente válidos, sólo que los primeros pueden ser compartidos por quienes no comparten nuestra Fe, mientras que los segundos sólo serán comprendidos por quienes experimenten la Fe y la Gracia.

            Un abrazo

            Ernesto Gil Deza