En esta cuarta parte de la nota seguimos con el último de los cuatro pilares que construyen el vinculo de la proximidad: el servicio.

 

4. La proximidad entendida como servicio a las necesidades del otro

 

Esta revelación y vocación liberadora por la proximidad se manifiesta en el Servicio.

Servicio destinado al auxilio de las necesidades primarias del otro: alimento, cobijo, vestido, compañía y salud, así como las necesidades espirituales del otro: verdad, justicia, paz, alegría y reconciliación.

Hoy más que nunca debemos ser luz y sal para la vida de los hombres, para que volvamos a poner al prójimo en el centro de nuestro cuidado. 

Así se manifiesta que amamos a Dios, en que vemos al prójimo y lo amamos también. 

¿Dónde estamos llamados a ver al prójimo? En todo momento y lugar, pero sobre todo debemos ver:

Al prójimo en gestación cuya vida corre peligro frente a quienes no lo consideran humano, o al menos humano con derechos, así como a su madre, que muchas veces sólo es vista en el instante en que disputamos quién tiene razón, pero nos resulta indiferente que fue de ella antes o que será de ella después.  

Al prójimo en situación de carencias. Para que no nos resulte lejano su padecimiento y no tomemos como un derecho lo que nos ha sido concedido gratuita y graciosamente para que sea compartido. Él lo dio todo, hasta su vida y en muerte de Cruz.

Al prójimo que está equivocado. Pues no puede resultarnos indiferente, que alguien pierda su vida por un error. Pero no es con las palabras, sino con las elecciones que hacemos cotidianamente como lograremos que alguien cambie. Aquí es donde se unen las razones de Pedro con las obras de Santiago.

Al prójimo enfermo, sólo o muriente. Para que no nos resulte ajeno el dolor del otro, pues si hay algo que atenaza y mata es la tortura cotidiana del sufriente que resulta indiferente para los demás. Cuando alguien cree que el día de mañana sólo puede ser peor que el día de hoy, fallamos todos y mentimos todos.

Un desafío no menor a la proximidad es la virtualidad de nuestra época.

La proximidad no es virtual, la proximidad es experiencial.

No se puede reflexionar sobre las necesidades de nuestros hermanos sin percibir la realidad en la que viven. 

Refiriéndose a los sacerdotes nuestro Pastor decía: “Quiero Pastores con olor a ovejas”, supongo que lo mismo es aplicable a nosotros, debe querer ovejas con olor a rebaño.

Son las experiencias las que construyen el nosotros. 

Sin la percepción del hacinamiento, no se construyen viviendas. 

Sin experimentar el frío que cala nuestros huesos, no se entregan abrigos. 

Sin que veas el hambre de los niños, difícilmente proveerás comida. 

Nuestros abuelos no necesitaban imaginar lo que sufría un inmigrante: eran inmigrantes. 

No necesitaban imaginar lo que era una guerra: huían de una guerra. 

No necesitaban conocer las limitaciones de los que no tenían instrucción: eran ignorantes. 

No necesitaban que les enseñaran las leyes: tenían grabada a fuego las consecuencias del delito.

Hoy la virtualidad ha desplazado la experiencia y eso hace imperceptibles las necesidades.

Por eso debemos ser conscientes que cada día tenemos la oportunidad de salir al encuentro del otro, del que está tan desesperado que no espera nada; del que está tan curtido por las inclemencias, que olvidó la calidez de la palabra humana; del que está tan solo que no cree en nada. 

Es posible que no nos demos cuenta, pero al comenzar a transitar el camino del encuentro con el otro, allá a lo lejos divisemos una casa y en la terraza un padre que nos está mirando.

 

Un abrazo a la majada

 

Ernesto