En las últimas tres semanas he estado recurrentemente pensando en los caminos, quizá eso se deba a que cuando estamos aislados, limitados y recluidos anhelamos desplazarnos.
Pero este pensamiento comenzó a rondar después de la lectura del encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús.
Lo primero que acudió a mi mente es que quien está escribiendo el relato más largo sobre este encuentro es un médico (San Lucas) y pensé cuántas veces este hombre habrá regresado a su casa luego de asistir a un enfermo muriente, cuántos médicos hoy regresamos a casa abatidos y consternados. Cuántos de nosotros cuando nos encontramos tenemos un solo tema en común: “todo lo que había pasado”, todo lo que está pasando.
Tengo la foto de nuestro pastor señalando el pasaje desde ese momento. Luego volveremos a este punto.
La idea de camino, me llevó a buscar cuántas veces está esta palabra en los Evangelios, y según la traducción la he encontrado entre 68 y 72 veces, lo que no varía es la proporción, pareciera que Mateos y Lucas son más caminadores que Marcos y Juan.
Cuando buceas un poquito más encuentras que hay:
caminos de encuentros (María y su prima Isabel);
caminos de alumbramiento (Belén);
caminos de escape (huida a Egipto);
caminos de peregrinación (Jesús perdido en el templo)
caminos de preparación (Juan el Bautista);
caminos de purificación (desierto);
caminos de curación (Leprosos);
caminos de invitación (banquete);
caminos fatigosos (samaritana);
caminos de proximidad (Buen samaritano);
caminos de amistad (rumbo a Betania);
caminos de reconciliación (Hijo pródigo);
caminos de súplica (el centurión);
caminos de traición (judas);
caminos de sacrificio (Cruz)
y caminos de revelación (Emaús).
Y todos en algún momento de la vida hemos recorrido alguno de estos caminos.
Y allí surge la segunda experiencia: “Yo soy el camino”.
Como dice nuestro Pastor, Cristo nos primerea: el camino pasa de ser un espacio físico a ser un encuentro personal.
Cristo es el camino que sale a nuestro encuentro.
Eso es lo que les sucede a los discípulos de Emaús, imperceptiblemente están caminando en Jesús.
Allí se cumple por primera vez: dónde dos o más estén reunidos en mi nombre yo estaré presente.
Jesús se acerca a cada uno de nosotros.
Es un camino que atraviesa todos los caminos de la vida.
Él ha caminado previamente por la senda de todos los hombres, de cada hombre, de cualquier hombre.
Nada le es ajeno.
El encuentro con el camino, se transforma así en el encuentro con el misterio y por eso lo primero que hace es tratar de que comprendamos el misterio de la Sabiduría de Dios.
El misterio de un Dios que nos convoca desde la arcilla; el misterio de un Dios que se revela uno en la zarza ardiente; el misterio de un Dios que nos reconcilia en el sacrificio de la Cruz y el misterio de un Dios que nos afilia en resurrección del Hijo. Pero sobre todo de un Dios que se revela en su totalidad en la fracción del pan.
Que les hablaba con sabiduría durante unos diez kilómetros (cuatro leguas o sesenta estadios). Digamos unas dos horas y media a paso rápido. En ese lapso les explicó las escrituras. Cuánto desearíamos saber qué dijo y cómo lo dijo, aunque seguramente no sea demasiado diferente de cómo nos lo dice a cada uno de nosotros cada día ¿lo escuchamos?
Por eso cada uno de nosotros debe hacer su propia experiencia de Emaús.
Estamos apesadumbrados, discutimos entre nosotros tratando de comprender lo que nos sucede y nuestros ojos no reconocen al Maestro. Quizá con humildad debamos abrir los oídos y escuchar cómo nos explica las escrituras; con obediencia debamos callar nuestros pensamientos, sentimientos y palabras para sentir la presencia de Él que sale a nuestro encuentro, para comprender que el camino es Él y que nuestros pasos nos conduzcan a Él y mostrarnos ante Él con la pobreza del que nada sabe, nada tiene y nada quiere, aceptemos la ayuda del que quiso quedarse en pan para ser compartido y en vino para darnos vida en abundancia.
Quizá éste es un momento ideal para vivir como resucitados tal como nos exhortaba San Pablo. Como dice el Salmo “Nada nos puede faltar”: con Él todo lo demás sobra, sin Él nada alcanza.
Un abrazo a la majada
Ernesto
Foto de Heinz Klier en Pexels
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