La situación de los refugiados y los migrantes siempre ha sido tema de agenda para el Papa Francisco, pero desde que la pandemia de coronavirus se ha desatado, el flujo migratorio y la crisis de los repatriados ha pasado a ser una de las preocupaciones centrales del Sumo Pontífice. 

Este domingo 20 de junio se celebra el Día Mundial del Refugiado y en lo que va de la pandemia la cifra de desplazados son alarmantes. El número de personas que han huido de las guerras, violencia, persecución y violación de los derechos humanos en 2020 alcanza casi los 82,4 millones, según el último informe anual de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Esto supone un aumento del cuatro por ciento sobre la cifra récord de 79,5 millones alcanzada al final de 2019.

Si bien la 107° Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado se realizará este año el 26 de septiembre, el Papa ya ha escrito el mensaje dedicado a ellos. Tendrá por lema “Hacia un nosotros cada vez más grande”.

Pasada la crisis sanitaria la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista. Ojalá que al final ya no estén “los otros”, sino sólo un “nosotros”, anhela el Santo Padre. En esta idea de unidad es que Francisco alerta sobre los nacionalismos cerrados y agresivos y sobre el individualismo radical, señalando que los primeros en pagar el precio por dichas acciones son los más vulnerables: los migrantes. 

El obispo de Roma también hace un llamado a los miembros de la Iglesia católica para abrazar a todos y crear comunión en la diversidad. Asegura que “los flujos migratorios contemporáneos constituyen una nueva “frontera” misionera, una ocasión privilegiada para anunciar a Jesucristo”. 

Con un llamamiento a todos los hombres y mujeres del mundo a construir juntos un futuro de justicia y de paz, Francisco describe el futuro de nuestras sociedades como un “un futuro “lleno de color”, enriquecido por la diversidad y las relaciones interculturales”. 

También mencionó la importancia del cuidado de la casa común, “un compromiso que no hace distinción entre autóctonos y extranjeros, entre residentes y huéspedes, porque se trata de un tesoro común, de cuyo cuidado nadie debe quedar excluido”, asegura.

 

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