Así refleja una de las traducciones de la Biblia, la sensación de Cristo frente a la muchedumbre, y agrega “como ovejas sin pastor” (Mt IX,36).
Exhausto es un término castellano tomado del latín que significa vaciado, y hacía referencia a un recipiente vaciado de agua, ya no le queda nada. Es decir, distingue a “vacuo” como un espacio en el que no hay nada, en el que tal vez nunca hubo algo, de exhausto, un lugar que alguna vez estuvo lleno y ahora está despojado, agotado.
El término abandonar, en cambio, lo hemos tomado del francés, según Corominas, de “laisser á bandon”, dejar en poder o custodia de la autoridad (bandon) y hace referencia a ese estado de suciedad, desarreglo, improlijidad e indiferencia, en qué quedamos cuando alguien debe cuidarnos por obligación, ya sea el “estado” o la autoridad.
Estos dos términos están generados por impresiones muy fuertes, por lo tanto nuestro Señor se conmovió al percibir la condición de la muchedumbre y agrega una metáfora explicativa: como ovejas sin pastor.
Esto implica que podemos intercambiar las dos partes de la sentencia, por una parte la evidencia de la falta de pastor se da en el estado de la majada y por otra parte la misión del pastor es que su majada no esté en ese estado.
Ahora miremos nuestro mundo con esa mirada de Cristo.
También vemos a muchos de nuestros hermanos exhaustos y abandonados.
¿Exhaustos? ¿Vacíos de qué? Yo creo que, si uno pudiera sintetizar todas las carencias, volvería a las tres virtudes esenciales: esperanza, confianza y caridad.
Gracias a mi tarea docente interactúo frecuentemente con jóvenes y lo que surge como diferencia transgeneracional es la desesperanza, el convencimiento de que los males del mundo, la cultura, la sociedad, no tienen arreglo. Esa desesperanza está sustentada en la falta de confianza, reciben un sinnúmero de estímulos encontrados y no saben qué ni a quien creer: los políticos los han defraudado, los militares los han defraudado, los religiosos los han defraudados, los medios de comunicación los han engañado, la ciencia los ha decepcionado y la tecnología los ha abrumado. Esto hace que no sepan a quien ni como ayudar, no sepan a quien y como abrirse, teman al otro, al diferente, al extraño, se rompa la proximidad y se pierda la riqueza de la interacción humana. La caridad no es virtual.
Exhaustos. Esa palabra define el ánimo de muchos frente a los problemas globales, locales o personales. Vacíos de buscar soluciones sin encontrarlas, de esforzarse para fracasar una y otra vez, de gritar sin ser escuchados, de no saber y no ser. Sísifos a la enésima potencia.
Abandonados ¿Quién se ocupa de ti? De cobijarte, acicalarte, consolarte, abrazarte.
A mí me conmueve el encuentro del Padre con el hijo pródigo. No sólo otea el horizonte cada mañana y cada tarde, no sólo sale al encuentro del hijo cuando todavía esté en el camino, no sólo lo abraza cuando desfallece y no le deja ni terminar la súplica. De inmediato ordena que le pongan el mejor vestido, un anillo en su mano y sandalias en los pies (Lc XV,22).
Cuánta dignidad hay en esos gestos.
Cubre su desnudez, le devuelve la dignidad y le brinda confort.
Esta relación entre la ética y la estética marca que la misericordia excede el perdón y la justicia. La misericordia restaura devolviendo la dignidad: cubre la desnudez de la vergüenza, dejando en el pasado lo que está en el pasado, no es olvido, es renacer. Coloca el anillo de la filiación, porque el pecado no lesiona la condición de hijo, somos amados como hijos aunque seamos pecadores. Protege nuestros pies llagados luego del camino, siempre doloroso, del regreso.
Marca también la diferencia entre el cuidado personalizado del Padre que nos ama y el cuidado burocrático, más parecido al descuido, de quien tiene el deber de cuidarnos pero nos abandona.
Luego hace una fiesta y expresa a la comunidad toda la alegría de haber recobrado a su hijo, que estaba muerto y ha vuelto a la vida.
Esto muestra la coherencia entre lo que sentimos y lo que hacemos. La fiesta expresa la alegría profundísima del padre que ha recuperado lo que estaba perdido.
Exhaustos de buscar sentido a nuestras vidas sin encontrar en las propuestas del mundo respuesta a ese anhelo y abandonados al cuidado de estructuras que se desentienden de nuestros padecimientos, nuestro Pastor dice “se necesitan pastores”, “sean pastores”, guíen desde adelante, acompañen en medio de la gente y estimulen a los rezagados, estén permanentemente moviéndose, y eso nos toca a todos.
Tengo un sueño, gritaba a los pies de Lincoln el Pastor King, que no sea violento le respondía Ghandi, sin temores sostenía San Juan Pablo segundo, bajo el magisterio y la maternidad de la Iglesia, reforzaba San Juan XXIII, recordando que el nombre de Dios es misericordia nos enseña Francisco.
Así es, decían los discípulos de Emaús: ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las escrituras y le reconocimos al partir el pan.
Nadie que cree en Él estará exhausto, porque es un Pastor que llena de agua viva permanente el ánfora de nuestra vida y nadie será abandonado, porque la providencia y la misericordia divina nos acompañan a lo largo de toda nuestra existencia.
Sólo debemos creer, para que creyendo esperemos y demos razón de nuestra esperanza en el ejercicio de la caridad, es decir en el servicio a los hermanos.
Un abrazo a la majada
Ernesto
Foto de MART PRODUCTION
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