En un clima de fiesta, de alegría y de bailes tradicionales, Francisco arribó a Maputo, capital de Mozambique en la madrugada del pasado jueves 4 de septiembre, el que fuera su tercer viaje al continente africano. En uno de sus primeros discursos frente a las autoridades civiles y el cuerpo diplomático, el Papa afirmó:

“la paz es como una flor frágil que intenta florecer entre las piedras de la violencia”

Mozambique dio un paso significativo el pasado 1° de agosto cuando firmó un acuerdo de paz para poner fin a las hostilidades militares existentes entre el gobierno y la oposición. Es por esta razón que el principal foco de atención en esta visita apostólica fue el tema de la violencia y la reconciliación. 

En su segundo día, estuvo en la Catedral Inmaculada Concepción de la Virgen María, y ante obispos, sacerdote, religiosos y religiosas, el Sumo Pontífice, invitó a renovar la esperanza y la fe como pastores de un pueblo sufrido y planteó la pregunta “¿Qué hacer con la crisis de identidad sacerdotal?”. Y aunque el clima de ese día no acompañó, no fue impedimento para que una multitud de jóvenes y familias lo esperaran en la puerta del Centro de Salud “Dream” de la comunidad San Egidio, que ayuda a mujeres con HIV/SIDA y a más de 100 mil niños afectados por esta enfermedad. Allí recordó la parábola del Buen Samaritano diciendo:

"todos los que han pasado por aquí, todos los que vienen con desesperación y angustia, son como ese hombre tirado al borde del camino, y aquí vosotros no habéis pasado de largo como le hicieron los otros".

Para despedirse del pueblo mozambiqueño celebró la Santa Misa en Estadio de Zimpeto de Maputo, y, muy al estilo Francisco haciendo un paralelismo con el fútbol, dejó una última reflexión:

“que la paz de Cristo sea el árbitro en vuestros corazones [...] cuando los sentimientos estén en conflicto y nos sintamos impulsados ante dos sentidos opuestos, “juguémonos” por Cristo”.

En su primer día en Madagascar, el sucesor de Pedro visitó las autoridades civiles y el cuerpo diplomático donde plantó un árbol de baobab y mencionó previamente la importancia de “no depender absolutamente de la ayuda internacional”. Madagascar es uno de los 10 países más pobres del mundo y la vulnerabilidad inhumana se hace presente en toda la región.

“Los aliento a luchar con fuerza y determinación contra todas las formas endémicas de corrupción y especulación que aumentan la disparidad social”, afirmó Francisco.

Posteriormente, el Papa participó del encuentro con las religiosas del Monasterio de Las Carmelitas Descalzas para luego dirigirse a la Catedral de Andohalo en Antananarivo, donde compartió su interpretación del lema de la visita a Madagascar: “Sembrador de paz y de Esperanza”. En sus palabras a los obispos, aseguró que los “sembradores” son los mismos sacerdotes que llevan a cabo, cada día, la misión que se les han encomendado, y elogió el esfuerzo y la entrega de la comunidad sacerdotal. También en otro encuentro con los religiosos y religiosas remarcó la importancia de:

"No dejarse robar la alegría misionera" porque siempre "se corre el riesgo de transformarse en profesionales de lo sagrado"

Una de los momentos de mayor emoción de la visita fue el abrazo con el Padre Pedro Opeka, sacerdote argentino, quien fuera alumno de Bergoglio en la Facultad de Teología en 1967 y quien vive en Madagascar desde 1989. Más de 7000 jóvenes esperaron al Santo Padre con cantos, baile y alegría en la Ciudad de la Amistad de la Comunidad Akamasoa, construida sobre un basurero.

Emocionado por el recibimiento de los malgaches, Francisco los exhortó a:

“nunca bajar los brazos ante los efectos nefastos de la pobreza y a no sucumbir a las tentaciones del camino fácil”

Por supuesto, antes de dejar el territorio, y como es común en cada viaje, se hizo un momento para compartir con los jóvenes, tanto en Mozambique como en Madagascar. En el primero de los países animó a sus jóvenes a “no dejarse robar la alegría” y aseguró que es “el mejor antídoto para defenderse de aquellos que los quieren dividir”. En el segundo, remarcó el que el futuro está en ellos y "que no se apague la luz de la esperanza".

Al llegar a Mauricio, nuevamente, se encontró con las autoridades civiles y el cuerpo diplomático, y planteó la importancia de “la distribución de los ingresos y la creación de oportunidades de empleo”, resaltando el desarrollo económico reciente que ha tenido la isla desde su independencia.

Si bien la visita a este país no duró más de un día, tuvo tiempo de celebrar la Santa Misa donde cerca de 100 mil personas acudieron al encuentro con el Santo Padre en el Monumento de María Reina de la Paz en Port Louis, su capital. En su homilía destacó la figura del apóstol de la unidad mauriciana, Jacques-Désiré Laval, muy venerado en esas tierras. Subrayó que para vivir el Evangelio “no se puede esperar que todo a nuestro alrededor sea favorable, tenemos que recuperar esta invitación a ser felices”, dijo Francisco al pie de la Virgen de 3 metros de mármol blanco ubicada en el monte. Luego de visitar la Iglesia de la Santa Cruz, el Santuario del Padre Laval, el Papa se dirigió al lugar donde pasaría la noche para luego, al día siguiente, retornar a Roma.