En esta reflexión sobre la encíclica de nuestro Pastor vamos a trabajar primero sobre dos ideas: la sombra y cerrado.
La sombra son las partes de la realidad a las que no llega la luz. La primer imagen que vino a mi mente fue la del génesis: el mundo era un lugar inhóspito, caótico, oscuro, y lo primero que crea Dios es la luz.
Por eso la presencia de Dios nos asombra, nos quita la sombra, nos deja sin sombra; y la segunda imagen es la del Evangelio de San Juan, Cristo, la luz del mundo ha venido a brillar sobre esas tinieblas. De tal manera que la primer reflexión es Dios, a través de nuestro Pastor, sigue invitándonos a ser cocreadores, a echar luz en la oscuridad de nuestras almas y de nuestro mundo, a ser luces que asombren la realidad en que vivimos.
La segunda palabra es “cerrado” y eso connota en mí sensación de asfixia, de muerte, de sarcófago.
La vida humana necesita del aire que ventila las pestilencias y la luz que ilumina los recovecos.
Y este es el primer capítulo, un profundo examen de conciencia sobre algunos puntos de nuestro mundo que requieren que abramos el corazón y dejemos entrar la luz y el aire.
Te recuerdo todos los puntos que trata en este capítulo.
Capítulo primero: LAS SOMBRAS DE UN MUNDO CERRADO (9)
Sueños que se rompen en pedazos (10-12)
El fin de la conciencia histórica (13-14)
Sin un proyecto para todos (15-17)
El descarte mundial (18-21)
Derechos humanos no suficientemente universales (22-24)
Conflicto y miedo (25-28)
Globalización y progreso sin un rumbo común (29-31)
Las pandemias y otros flagelos de la historia (32-36)
Sin dignidad humana en las fronteras (37-41)
La ilusión de la comunicación (42-43)
Agresividad sin pudor (44-46)
Información sin sabiduría (47-50)
Sometimientos y autodesprecio (51-53)
Esperanza (54-55)
Como dice el Papa Francisco no es un listado exhaustivo sino: “estar atentos ante algunas tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal.” (FT,9)
Si observamos con detenimiento la secuencia lógica que nos propone nuestro Pastor puede dividirse de la siguiente manera: los dos primeros puntos como las causas que fomentan el individualismo, el egoísmo y la excepcionalidad; los puntos subsiguientes como las consecuencias y el último punto como la luz en medio de las sombras.
Fíjense como articula esta tendencia nuestro Pastor: perdemos los sueños (el llamado, la vocación, nuestros anhelos) y olvidamos o despreciamos de dónde venimos y quienes somos: debido a ello creemos que no hay un proyecto para todos; descartamos a los que no nos sirven; no todos tienen los mismos derechos; el otro es un enemigo; enceguecidos perdemos el rumbo hacia la construcción del bien común y esto nos hace vulnerables: a todas las pandemias: los avatares de la naturaleza, la indignidad, la incomunicación, la agresividad, la ignorancia y el sometimiento. ¿Cómo revertimos esta tendencia? Revalorizando la virtud de la esperanza.
Vamos a profundizar en cuatro puntos:
“nuestros sueños se rompen en pedazos”.
Esto nos invita a pensar en el rol de los sueños. ¿Por qué la fraternidad se favorece o no, en la medida en que soñamos? ¿Somos primeramente una sociedad de soñadores? Una sociedad que desprecia los sueños ¿que desprecia? ¿con qué los reemplaza?
Los sueños son algo que no te puede quitar nadie: ni la cárcel, ni la enfermedad, ni las carencias más extremas.
Soñar es aspiracional e inspiracional.
Es aspiracional porque de lo contrario es una pesadilla. El sueño es reparador y es liberador por que nos permite salir de una realidad agobiante aunque sea transitoriamente, en los sueños no hay barrotes ni dolores, ni hambre, ni fatiga; pero es también inspiracional, el sueño nos permite imaginar un mundo mejor, una sociedad más justa, una solución creativa a un problema.
Los sueños no son realidades por sí mismos, pero cambian la realidad; no son concretos pero se enlazan en lo concreto de cada vida; no son el futuro pero lo diseñan.
Decía Nietzsche: “Todo aquel que tiene un porqué vivir siempre encuentra un como”, bien podríamos parafrasearlo diciendo todo el que tiene un sueño que le permite sobrevivir encuentra una manera de hacerlo realidad.
El segundo punto de esa hermandad de soñadores, es su anclaje en la historia social y personal.
Somos en gran medida gracias a los que fueron y nos legaron la vida, los conocimientos, los cuidados y los bienes.
Renegar de nuestra historia es renegar de nuestra identidad y ser desagradecidos con nuestros progenitores.
Recuerdo el impacto que sentí cuando leí por primera vez el libro “El hombre en la búsqueda de sentido” de Viktor Frankl y me asaltó la frase “la mejor manera de ser es haber sido”, porque no te lo puede quitar nadie.
Las historias de cada uno son únicas, propias e inviolables, pero todos tenemos una historia común: nacimos sin nada y sobrevivimos porque alguien nos cuidó. A eso se suma que cada uno tiene un retazo del lienzo de la historia, sólo cuando mi historia se une a las demás historias, es que tenemos Historia. Sin nuestros hermanos la historia es incompleta.
Lo que me resulta fascinante es que el Papa Francisco haya elegido como las dos primeras causas de hermandad dos causas involuntarias: los sueños y la historia.
Yo creo que lo que está remarcando nuestro Pastor es que en gran medida somos hermanos, en tanto tenemos en común muchas cosas que nos son dadas, obsequiadas gratuitamente: los anhelos de porvenir y las circunstancias de nuestras vidas.
Los sueños no dependen de la voluntad de cada uno. No soñamos lo que queremos. El sueño es un don, un regalo. Las circunstancias de nuestra historia tampoco son frutos de nuestra voluntad. No somos hombres que nos hagamos solos. Somos personas que nacemos en comunidad, nos nutrimos y crecemos en comunidad.
Por eso me parece que el Papa Francisco nos invita a comprender que la hermandad tiene en común esta deuda de gratitud: a todo lo que nos permite sobrevivir a nuestras circunstancias y a todos los que hicieron posible la oportunidad de estar aquí y ahora.
En muchos de los casos las historias de nuestros predecesores fueron mucho más duras que las nuestras; en muchos casos las circunstancias de nuestra concepción y nacimiento no fueron las más oportunas; en muchos casos hubo historias que cambiaron de rumbo para que nosotros pudiéramos tener una historia; en muchos casos la libertad de que gozamos se ha construido sobre el trabajo, el sufrimiento y la vida de otros. ¿No deberían entonces nuestros sueños incluir también a nuestros coetáneos más desafortunados y a las generaciones futuras con quienes debemos compartir al menos algo de lo que hemos recibido gratuitamente?
De las consecuencias voy a elegir dos, que a mí más me conmovieron:
La ilusión de la comunicación
La comunicación es encuentro interpersonal con donación y apertura. La palabra comunicación connota en mí comunión. Resuena a la manera de “como” y “unirse”, es decir un modo y una razón, una manera y un fin.
Uno se comunica, dando y recibiendo. En ese proceso ambos interlocutores se transforman: quien da y quien recibe es cada uno menos uno y más nosotros. Comparten y ambos se enriquecen.
“La ilusión de comunicación” se da cuando uno cree que se ha comunicado pero no lo ha hecho. En gran medida porque hemos olvidado el arte de escuchar y el arte de decir.
Yo creo que la esencia de la buena comunicación está basada en el respeto, la prudencia, la honestidad y la sensibilidad:
Respeto, significa etimológicamente volver a observar y para mí es todo lo contrario a la indiferencia. Hablar con respeto es decirle algo a alguien a quien por lo menos he observado dos veces y hacerlo en la medida en que el otro necesita saberlo y es para su bien.
Prudencia, significa pensar lo que se dice.
Honestidad es decir lo que se piensa.
Sensibilidad es sentir lo que producimos en otro cuando decimos o callamos algo.
Lo contrario a la ilusión de comunicación es el cuidado de la palabra. Saber administrar nuestras palabras y escuchar más de lo que se habla, es una buena fórmula para construir hermandad.
Información sin sabiduría.
Vivimos en un mundo hiperseñalizado, trillones de datos por segundo son almacenados, y hoy muchos tienen acceso a gran cantidad de información.
Pero olvidamos que la mayor cantidad de la “información” es ruido, que de la información que tiene sentido, la mayor parte es intrascendente y de que es trascendente sólo una fracción es constructiva.
Esa es la única que sirve.
La “realidad virtual” es diferente de la realidad, pero nos afecta de manera similar. ¿Cuál es la diferencia sustancial entre una y otra? El silencio.
La realidad está construida sobre el silencio, la sabiduría es consecuencia de largos silencios, es lo que queda, es lo que encontramos, es lo que se incorpora a nuestro ser.
Esa diferencia lejos de ser menor es crucial. La maravilla del silencio no puede ser plasmada en la realidad virtual: una pantalla oscura y sin sonido, está apagada.
¿Cuánto hace que no disfrutas de un momento de silencio? ¿Cuánto hace que no dejas celulares, computadoras y demás artefactos simplemente para estar en silencio?
La sabiduría es una invitación al aquí y ahora, a vivir con plenitud cada instante de la vida, por intrascendente que parezca. La fidelidad del administrador se manifiesta en el cuidado de las cosas pequeñas. El tiempo nos ha sido dado ¿Cómo lo estamos usando?
La atención fija en una pantalla y la distracción de la realidad, nos lleva lentamente a olvidar lo que nos rodea y a los que nos rodean. No es maldad, es esclavitud. Estamos entregando nuestro tiempo a nuestros amos. Nuestros desvelos a hechos que jamás sucederán. Nuestras angustias a situaciones que nunca fueron reales. Nuestra tranquilidad e ilusiones de seguridad y nuestra felicidad al consumo de bienes innecesarios.
El final de este capítulo es bellísimo, dice nuestro Pastor en el número 55:
“Invito a la esperanza, que «nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. [...] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna». Caminemos en esperanza.”
Un ejercicio para hacer después de realizar una lectura secuencial de todos los puntos del capítulo es hacer una lectura circular.
Elegir cualquiera al azar y relacionarlos con los demás puntos. Con gran sorpresa al hacerlo van a encontrar relaciones inesperadas pero ciertas. Es una manera de ver la realidad con ojos nuevos y comenzar a vislumbrar entre las sombras.
En la próxima reflexión caminaremos el tercer día: “Un extraño en el camino”.
Un abrazo a la majada.
Ernesto
Te puede interesar
Reviví