Capítulo cuarto : UN CORAZÓN ABIERTO AL MUNDO ENTERO (128)

 

El límite de las fronteras (129-132)

Las ofrendas recíprocas (133-136)

El fecundo intercambio (137-138)

Gratuidad que acoge (139-141)

Local y universal (142)

El sabor local (143-145)

El horizonte universal (146-150)

Desde la propia región (151-153)

 

Nuestro Pastor en la Encíclica Fratelli Tutti nos ha enseñado a meditar la Palabra pero además en la manera en que la escribió nos ha obsequiado un modo de discernir que es esencialmente Jesuita.

En el primer capítulo nos ha enseñado a soñar para poder ver, para poder imaginar, para poder discernir. Es decir nos ha llevado al discernimiento espiritual ¿Quieres que el mundo siga como está o quieres ser un instrumento de Dios para el cambio?

En el segundo capítulo nos ha enseñado a meditar y orar sobre lo que significa la proximidad, desde la historia de Israel en el deber de hospedaje y el cuidado de los vulnerables hasta confrontarnos con la Parábola del Buen Samaritano y el mandamiento de Jesús.

En el tercer capítulo nos ha enseñado a razonar con una nueva lógica de la fraternidad para las relaciones entre las personas, los pueblos y los países. Salir de la lógica de la posesión, la competencia y el descarte, para ir a la lógica del desapego, la cooperación y la inclusión. Y cómo en esa lógica se articulan aparentes opuestos: propiedad privada y bien común; libertad y solidaridad; originalidad e igualdad. Toda esta lógica se resume en tres ideas fuerzas: gratitud, valoración y servicio. Gratitud por los dones recibidos que lleva a la humildad y a la solidaridad; valoración por la persona humana como un bien en sí mismo que lleva al respeto y promoción del otro y servicio a los más necesitados como expresión viva y concreta de la caridad.

En este cuarto capítulo el Papa Francisco nos invita a sentir. Hemos soñado, hemos deliberado, hemos pensado ahora debemos ir a nuestro corazón y sentir.

Indagar sobre los sentimientos es mucho más complejo de lo que parece, pues necesita de dos ejercicios: la percepción de la emoción, que es visceral y la nominación de la emoción que es racional.

Veamos cómo nos ayuda nuestro Pastor a encontrar esos sentimientos: la migración y la gratuidad.

¿Te imaginas inmigrante? ¿Te imaginás en los zapatos de tus ancestros? Elige uno, el que quieras ¿Te imaginas el dolor con el que dejaron sus casas, sus familias, sus historias? ¿Percibes lo que sentían? Hay una palabra castellana que es exquisita para explicar este sentimiento: nostalgia. Esta palabra está formada por dos términos: Nostrum es decir la tierra, y Algos es decir dolor. La nostalgia es el dolor por nuestra tierra, aquella con la que fuimos modelados en el génesis de nuestra vida. Porque así somos los humanos, hechos de una tierra concreta, minúscula, propia, provinciana, anclada en lo concreto y el soplo universal de Dios, que nos hermana con todos los humanos y nos hace cuidadores del jardín de la creación. La nostalgia es esa melancolía y tristeza dolorosa cuando recordamos nuestra tierra.

¿Te imaginas las esperanzas con las que emprendieron el viaje a un destino que no conocían? ¿A una lengua que no conocían? ¿A una cultura que no conocían? ¿Te imaginas lo que esperaban encontrar? Campesinos que vieron por primera vez un automóvil, paupérrimos de solemnidad que vieron la abundancia de los alimentos que se tiraban, expertos en silencios montañeses que se vieron abrumados por la cacofonía citadina. ¿Te imaginas todas las primeras veces? Por primera vez el mar, el barco, la cruz del sur, el horizonte interminablemente verde. ¿Te imaginas el contraste, los temores, las alegrías?

Una vez que has entrado en contacto con ese sentimiento, percibes que todos somos migrantes, que la tierra es una sola y que todos somos viajeros del espacio-tiempo en el que existimos. 

Algunos se desplazan en el espacio y todos nos movemos en el tiempo.

La actitud intrageneracional y transcultural que tengas con los migrantes del espacio será especular con la actitud intergeneracional que tengas con los migrantes del tiempo. Del modo en que recibes al que llega o se va allende las fronteras, así recibirás al que llegue o parta de la vida: si cada anciano que nos deja nos lega su historia cada niño que viene nos bendice con la esperanza.

Por eso la invitación de “un corazón abierto al mundo entero” es a celebrar el encuentro. 

Cada hermano es una bendición. 

Cada encuentro es una oportunidad. 

Recorrer cada una de las reflexiones de nuestro Pastor es encontrar una delicia en el cuidado del otro. 

La profundidad de detalles a los que llega muestra la ocupación concreta de pensar en las necesidades del otro y la disponibilidad para anticiparse a ellas con el fin de que la persona se sienta revalorizada y bien recibida.

Voy a centrarme en el que creo es el núcleo de este capítulo que es el punto 140 de la Fratelli tutti. 

 

“Quien no vive la gratuidad fraterna, convierte su existencia en un comercio ansioso, está siempre midiendo lo que da y lo que recibe a cambio. Dios, en cambio, da gratis, hasta el punto de que ayuda aún a los que no son fieles, y «hace salir el sol sobre malos y buenos» (Mt 5,45). Por algo Jesús recomienda: «Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha, para que tu limosna quede en secreto» (Mt 6,3-4). Hemos recibido la vida gratis, no hemos pagado por ella. Entonces todos podemos dar sin esperar algo, hacer el bien sin exigirle tanto a esa persona que uno ayuda. Es lo que Jesús decía a sus discípulos: «Lo que han recibido gratis, entreguenlo también gratis» (Mt 10,8).” 

 

Desde ese núcleo de gratuidad dirige ahora tu atención para percibir el júbilo del que llega y encuentra los brazos abiertos de los que lo esperan aunque no lo conozcan, de los que lo ayudan sin esperar nada a cambio, de los que se preocupan porque no esté desnudo, desamparado, con frío o con hambre. ¿Te suena? 

Si. Es exactamente el Juicio del capítulo XXV de San Mateo 

“¿Cuándo Señor te vimos?” 

Cuando me reconociste en cada hermano.

Un abrazo a la majada

 

Ernesto

 

En el sexto día del retiro veremos el capítulo quinto la primera consecuencia práctica: “La mejor política”.

 

 

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