Recurrir a Maria, nuestra Madre a través de la oración es confiarnos a ella como intercesora ante Dios. Esto es lo que hacemos cada vez que tomamos en nuestras manos el Santo Rosario, nos ponemos bajo el manto de María. En este mes de octubre, mes del rosario, más que nunca estamos llamados a rezarlo compartiendo según el día, los misterios gloriosos, dolorosos, gozosos y luminosos, para que por la intercesión de la Madre podamos alcanzar la gloria de nuestro Señor. 

Cada vez que alzamos nuestra oración a María, lo hacemos confiados en su gracia. Es así que en este 2020 nos hemos entregado más que nunca a ella. El pasado 30 de mayo, el Santo Padre se acercó a Gruta de Lourdes, en los Jardines Vaticanos, a rezar públicamente el Santo Rosario con el fin de buscar refugio bajo su protección ante la inevitable expansión de la pandemia del Coronavirus:

 

“Sostiene a aquellos que están angustiados porque para evitar el contagio no pueden estar cerca de las personas enfermas, infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y en las consecuencias en la economía y en el trabajo”,

 

compartió su súplica el Papa junto con el trabadores del Vaticano, personal de salud y algunos religiosos presentes. 

El rezo del Rosario es signo de esperanza y de fortaleza como pueblo en Cristo, por eso rezar colectivamente refuerza la comunión y la solidaridad. Para iniciarse en el rezo sólo es necesario estar internamente en oración. Se puede rezar en cualquier lugar que uno elija, en compañía o en soledad. El Rosario está compuesto por veinte "misterios" que son acontecimientos significativos de la vida de Jesús y de María, divididos en cuatro "rosarios".

El primer "rosario" comprende los misterios gozosos, el cual se sugiere rezar lunes y sábados. El segundo, los luminosos, los días jueves, el tercero los dolorosos para los martes y viernes, y el cuarto los gloriosos, los miércoles y domingo. “Esta indicación no pretende limitar una conveniente libertad en la meditación personal y comunitaria, según las exigencias espirituales y pastorales y, sobre todo, las coincidencias litúrgicas que pueden sugerir oportunas adaptaciones”, establece la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae

Decía el Padre Pío “Si un millón de niños rezara el rosario, el mundo cambiaría”. Como cada año, la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, invita este próximo 18 de octubre, a todos los niños del mundo, a participar de esta iniciativa que busca promover “la unidad y la paz”, pero también acercar el rezo del Rosario desde la primera infancia.

Rezar el Rosario cotidianamente es acercarnos a la madre de Dios y Madre nuestra para pedir su protección. Lo hacemos especialmente en este mes, entreguémonos a ella, Maria

 

¿Cómo se reza el Rosario? 

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. 

Dios mío, ven en mi auxilio.

Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. 

Como era en el principio, ahora y siempre, 

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Se enuncia en cada decena el "misterio", por ejemplo, en el primer misterio: "La Encarnación del Hijo de Dios".

Después de una breve pausa de reflexión, se rezan: un Padre nuestro, diez Avemarías y un Gloria.

A cada decena del "rosario" se puede añadir una invocación.

Al final del Rosario se recita la Letanía Lauretana u otras oraciones marianas.

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén

Dios te Salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Letanías de la Virgen

Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.

 

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

 

Foto de Cleyder Duque en Pexels