La fraternidad universal es fundamentalmente una consecuencia de la evaluación racional de la realidad. Es el primer paso. Descender de nuestra soberbia como persona y como especie para comprender que vivimos en una casa común en la que cohabitamos. Pero la Fratelli tutti no se queda allí, nos invita a dar un paso más, nos invita a cumplir con el llamado a la amistad. 

Los hermanos pueden llevarse bien o mal, la historia de la salvación nos ha mostrado enemistad entre hermanos de sangre (Caín y Abel), enemistad entre hermanos de padre (Isaac e Ismael), enemistad entre hermanos de armas (David y Urías) y enemistad entre hermanos de apostolado (Judas y los demás). De tal manera que la fraternidad por sí misma no asegura la amistad. La amistad es un paso más.

Un paso que no nace sólo de la razón sino de la gracia, del don, de la respuesta que damos a la vocación del encuentro. 

Tiene como base a la amistad social que se rige por los cuatro principios enunciados por nuestro Pastor en Evangelii gaudium:

1. El tiempo es superior al espacio. El tiempo es lo único que tenemos, y nos ha sido regalado, lo demás es prestado. Sólo somos dueños de nuestro tiempo. Nadie puede quitarnos eso. Por eso es interesante pensar el capítulo XXV de San Mateo y el juicio final como el juicio al empleo del tiempo. ¿Qué hacías cuando yo estaba enfermo, sólo, encarcelado, hambriento o desnudo? ¿En qué estabas ocupado mientras yo padecía las inclemencias de la vida y la indiferencia de los demás? El amigo que acude a servir está presente, pero el amigo que sufre también es paciente. El descubrimiento del otro y sus necesidades como necesidades propias a las que debemos cuidar es parte de la revelación. Es la transformación de la indiferencia en proximidad. La proximidad se construye en la percepción del hambre del otro en medio de la saciedad; del dolor del otro en medio de la festividad; de la desnudez del otro en medio de la abundancia; de la cárcel del otro en medio de la libertad; de la enfermedad del otro en medio de la salud.

2. La unidad prevalece sobre el conflicto. El conflicto, los conflictos, al igual que los errores son inevitables, prevenibles pero no evitables. Por lo tanto los amigos hacen un pacto: no romperemos la unidad. Comprender eso enraíza a los amigos en el cuidado de la vida. El otro es más valioso para mí que cualquier diferencia de cualquier naturaleza. Que otro tire la primera piedra. Una de las lecciones heredadas de mi maestro, Don Carlos Landa, es la anécdota de un gaucho de nuestras Pampas, que en las primeras décadas del siglo pasado consultó a su padre, también médico, Don José Landa, en los campos de Madariaga. Tenía el pobre hombre las diez uñas de los pies encarnadas, el tratamiento estándar en esa época consistía en extraer con una pinza las diez uñas (les ahorro la descripción detallada del procedimiento, pero se parece bastante a la tortura) y la anestesia, disponible en el campo, era una buena grapa, o una grapa aunque no fuera muy buena. Procedió Don José a aplicar la terapéutica y el gaucho estoicamente aguantó el tratamiento sin decir un sólo Ay! Tan admirable fue la actitud de este hombre que Don José, luego de felicitarle le preguntó cómo había podido tolerar tan dolorosa intervención sin siquiera emitir un sólo Ay! Y contestó el gaucho con una máxima que sintetiza con gran hondura la ética más pura del pueblo que fuimos, dijo: “Si usted frena el primer Ay! los demás no salen”. Así es también entre los amigos: si usted frena la primer ofensa, las demás no salen; si usted frena la primer traición, las demás no salen; si usted frena el primer desprecio, los demás no salen. 

3. La realidad es más importante que la idea. Los amigos comparten la realidad cotidiana, los problemas reales, lo concreto. La mayoría de las veces no somos conscientes de que nuestra mirada es parcial y limitada, la realidad se complementa con la mirada de los demás, que observan lo que no vemos, perciben lo que para nosotros está oculto y por eso debemos ser humildes con lo que nosotros pensamos de la realidad. Las ideas son extremadamente importantes, pero son instrumentos para comprender y modificar algo mucho más complejo e inabarcable, la realidad. Muchas buenas ideas terminan causando grandes daños. Por eso es importante comprender la diferencia transgeneracional que ha generado la realidad virtual, es un oxímoron para nuestra generación y forma parte de la realidad de la generación de nuestros hijos. Frente a esta realidad compleja e inabarcable los amigos participan de una realidad común, íntima, doméstica. Siempre me ha resultado un misterio el cuidado de Dios por la intimidad: se revela en el viento suave, en la zarza que arde en soledad, en la intimidad de una habitación en Nazareth, en la humildad de un pesebre, en la ignominia de la cruz y el pan partido de Emaús. Esa realidad, palpable, íntima, profunda, indubitable, es la que anima a los amigos. En medio de las distracciones, los ruidos, las luces, el brillo, palpitan dos corazones que laten al unísono. 

4. El todo es superior a la parte. Los amigos construyen sin saber quién habitará la casa, siembran sin saber quién cosechará la mies. Somos deudores transgeneracionales. Hemos recibido la vida y los saberes de quienes nos han precedido, y debemos legarlos a quienes seguirán ahondando las huellas que dejamos y construyendo nuevos caminos, encontrando nuevas soluciones, resolviendo creativamente los problemas que no supimos resolver. Esa es la esperanza de la amistad, esa es la razón del cuidado, ese es el fundamento del respeto por el que piensa distinto. Nos necesitamos todos. Tenemos por delante desafíos que requieren de la colaboración de todos.

Ahora bien, además de estos cuatro principios fundamentales la amistad se construye con la confianza, el diálogo y el servicio. Confianza que lleva a que los amigos puedan poner sus secretos en el corazón del amigo sin sentir que lo ponen en corazón ajeno, como decía Santo Tomás. Diálogo que lleva a conocer y darse a conocer al otro para poder rectificar el error y valorar la verdad. Servicio que lleva a tomar al otro como un bien y acrecentar el bien y la libertad del amigo, como sostenía San Juan Pablo II en “Amor y responsabilidad”. Así el amigo  custodia, revela y acrecienta el bien que hay en cada uno de nosotros y plenifica nuestras potencias.

Si sobre los cuatro pilares de la amistad social, se erigen las paredes de la amistad personal, los cristianos estamos llamados a la amistad como don y vocación.

Un don porque ese fue el título con el que nos distinguió nuestro Señor: “ya no los llamaré siervos sino amigos”, pero también un llamado, una vocación: “vayan y Bauticen en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”, es decir vayan y hagan más amigos que compartan la buena nueva y descubran el amor de Dios. 

Por eso en éste tópico resuenan con la misma voz las palabras de nuestro Pastor en Evangelii gaudium, Amoris laetitia, Laudato si y Fratelli tutti: todas ellas desarrollan y explican la amistad cristiana. Es bueno releerlas desde la clave de la amistad pues pueden superponerlas desde los cimientos hasta el cenit, verán como las ideas raíces en una se transforman en ramas y hojas en otra.

En estos tiempos turbulentos y a veces tan oscuros, la amistad no sólo calma el mar sino que hace brillar su luz para todos los hombres.

Roguemos a nuestro Amigo que tenga piedad y nos auxilie, con Él todo es posible.

 

Un abrazo a la majada y muy buen Fin de año

Ernesto

 

Foto de sudip paul en Pexels